jueves, 18 de noviembre de 2010

La escuela de Darío

Después de mucho tiempo sin escribir en el blog, me ha llegado un artículo de opinión de mi compañera y amiga Beni Campos, y que creo que debo trascribir aquí.
Espero que lo disfrutéis tanto como lo he hecho yo, ahí va:


La escuela que imagino para Darío.

Desde que empecé a ir a la escuela en el 65, hasta que terminé el bachillerato allá por 76 siempre lo hice con alegría, con una sonrisa pintada en la cara como si la suerte del conocimiento me hubiera tocado. Estoy segura que de forma inconsciente sentía que era muy afortunada, porque en mi familia tanto por la parte del padre, como de la madre los libros, la lectura, el acceso a la información y a la cultura escrita se habían negado a entrar. Y el olor de papel, de las gomas, de los cuadernos, el sonido de las canciones que cantaba mi maestra, o mis primeras obritas de teatro, la solución de problemas en casa, con las cuatro reglas que había aprendido en la escuela, las cartas que yo escribía al dictado a mis tías de Madrid o a las primas de mi madre en Barcelona, la lectura de aquellos manuales escolares,  me abrían los pulmones del saber y me emocionaba imaginando un futuro propio, donde sería dueña de mi vida y donde la escuela habría tenido un gran peso para hacerlo posible.
Pero ahora todo es distinto, lleva años siendo diferente, muy diferente y no hablaré de la generación de mi hija, no, ni de los que acaban de cumplir dieciocho y han entrado en la universidad. Hoy me cuestiono el modelo de educación en el que Darío, un niño de un año acaba de entrar.
Darío va a una escuela infantil (antes se llamaban guarderías) y lo hace con la ilusión de conocer a otros niños, de jugar en otros espacios, de conocer la vida. Va contento, se despide contento, sale alegre y sus ojillos vivarachos nos cuentan que ha aprendido mucho, que ha disfrutado mucho, que es feliz. Como la gran mayoría de niñas y niños que acuden a Ed. Infantil.
Pero ¿y después qué pasará?
Quiero ser optimista, pero me faltan datos.
La escolarización que tenemos olvida o desconoce que los niños y niñas, que las y los jóvenes que acuden a las escuelas e institutos tienen en sus casas, en la calle, en los medios de comunicación  muchas más fuentes de información y de transmisión cultural, que en s. XIX tenían en sus casas las familias acomodadas.
La escuela actual se ha quedado metodológica y organizativamente anquilosada en un periodo histórico donde iban muy pocas criaturas a la escuela, donde la educación era signo de capacitación académica, donde la inteligencia se basaba en el razonamiento de unos datos memorísticos y donde se apreciaba social y económicamente a quienes tenían título universitario , pues esto significaba prestigio económico y cultural. Pero hoy en día sabemos que tener un título universitario no ayuda a ganar más dinero y a tener más prestigio social que el no tenerlo, que los conocimientos que necesitamos son cada vez más relacionados con los procedimientos y con las actitudes y valores, que no vale saberse los datos, sino saber buscarlos, interpretarlos y hacer algo con ellos.
Me gustaría que Darío fuera a una escuela que no lo encajonara por la edad en un aula, donde leer fuera el placer nuestro de cada día, donde los conocimientos se fueran aglutinando uno al lado de otro, o encima o debajo, como una hermosa red donde aguantar los envites de una sociedad cambiante. Me gustaría que Darío no perdiera su curiosidad y ese brillo alegre e inteligente de su mirada, porque la escuela lejos de oprimirle y castrarle la imaginación, la voluntad y la propia inteligencia, fuera capaz de ofrecerle un lugar donde ordenar, clasificar, seleccionar los conocimientos que la vida le enseña y sobre todo, le ofreciese el espacio acogedor y apropiado donde aprender a solucionar los problemas que se le presenten, sin olvidar que ha venido a este mundo a hacer feliz a quienes lo rodean y sobre todo a ser feliz.
Ojala que las escuelas que se están conformando para estos niños y niñas que acaban de nacer o que están por venir, se coloquen en el lugar histórico que les corresponde, porque de no ser así, cada día tendremos a más niñas y niños inadaptados en nuestras aulas, con más problemas de convivencia y con más abandonos del sistema educativo. Y yo, que estoy de vuelta de este hermoso viaje que es vivir y que estoy más cerca de mi jubilación  (aunque me la retrasen) que de mi incorporación al magisterio, puedo imaginar una escuela más creativa, más afectiva, más alegre, menos académica, menos beligerante, en la que el profesorado es un acompañante crítico del alumnado que está empezando a descubrir, a interpretar y a valorar los conocimientos, el profesorado es un guía que orienta, ayuda, colabora para que los aprendizajes se produzcan, pero sobre todo el profesorado provoca al alumnado, para despertar el interés y el gusto por aprender.
Ay, qué bonica es la escuela que imagino para Darío.


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Benita I. Campos Alcázar

sábado, 16 de enero de 2010

Algunos motivos (inconfesables) por los que proliferan los uniformes en los colegios públicos

Día de la Constitución. CEIP Colón. Córdoba (Vía Picassa)
Este post es una respuesta - continuación al artículo escrito por @mariabarcelo en su blog.

Me voy a atrever, aunque no sé si debería tratar este tema:

Algunos motivos (inconfesables) por los que proliferan los uniformes en los colegios públicos (opinión personal mía y de ¿nadie más?)


 
Primero y principal: Selección del alumnado que se matricula en el centro: mientras que las Administraciones Públicas realizan esfuerzos por la gratuidad de la enseñanza básica (cheque-libro, dotación informática, programas de puertas abiertas y comedor escolar a bajo coste), el centro se empeña en cerrarse a los sectores demográficos de la zona que son incómodos (población gitana e inmigrantes fundamentalmente). El uniforme es un gasto, sobre todo los primeros años en los que no se puede "heredar"; las familias que he mencionado anteriormente suelen ser de bastantes miembros. Si hay varios centros en la zona, claramente se decantarán por el que no tiene uniforme. Cuando este centro comience a recibir a este alumnado muy probablemente se planteará la implantación de dicho elemento: Pienso desde mi humilde opinión que esta es la razón de su proliferación.

Aunque sé que me repito y como ya he discutido muchas veces de este tema, explico por qué digo que el uniforme es un gasto: imaginemos por ejemplo una familia rumana que se ha instalado en nuestro barrio, tiene un niño y dos niñas, los ingresos no son altos y se les hace comprar un uniforme pora cada uno (120€ niño y 150€ niña, haciendo una estimación barata), total, 420 Euros (sólo una muda), multiplicado por dos 840 Euros (el sueldo del mes). A esto sumamos el chandal y material escolar... y ahora vive.

Si damos un pasito hacia arriba en la escala social, las familias de sectores humildes del centro hacen un gran esfuerzo en comprar el uniforme a sus hijos e hijas (para que vayan igual que el hijo del maestro o del médico).

Ya sé que me diréis que los centros no ponen los uniformes, que son las AMPAS. Yo, por supuesto, respeto que cada familia vista a sus hijos como quiera, pero no os podéis imaginar las presiones que hay en algunos centros para que el uniforme sea aprobado por el Consejo Escolar e incluido en el ROF, y que la excepción sea la "ropa de calle".

También me diréis que evita la discriminación: podemos hablar mucho del tema y daría para otro post, pero aseguro que el niño o la niña que no lleva uniforme en un centro donde los hay es realmente discriminado.

Otros motivos: Sensación de inferioridad -por parte del profesorado y las familas- con respecto a la privada y privada concertada que sí tiene uniforme.
Da estatus.
Queda "muy bonito".

Por último, en relación a la "marquitis": a) Cuando los niños salgan a la sociedad ¿ya no habrá marcas?. b) Las zapatillas de deporte ¿van en el uniforme?. c) Las gafas en el alumnado que lo necesitán ¿son de marca?. e) El coche de papa cuando va a recoger al niño o a la niña ¿es de marca?, ¿y el de mamá?, etc., etc.

¡¡¡Lo que es DE MARCA es el EL UNIFORME!!!!